La fuerza de la Iglesia es la fe, no los medios…
Fr. Arturo Ríos Lara, ofm
¡Paz y Bien!
¡Buenos días, gente buena!
XV Domingo Ordinario B
Mc 6, 7-13:
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero;
que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir.
Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Palabra del Señor.
La fuerza de la Iglesia es la fe, no los medios…
Jesús los envió de dos en dos. Cada vez que Dios te llama, te pone en camino. Viene a moverte de tu vida instalada, fija objetivos nuevos, abre senderos. De dos en dos y no de uno en uno. El primer anuncio que llevan los Doce es sin palabras, es el ir juntos, el uno al lado del otro, uniendo las fuerzas.
Les ordenó no tomar nada más que un bastón. Sólo un bastón para sostener el paso y un amigo para sostener el corazón. Un bastón para apoyarse en el cansancio, un amigo para apoyarse en la necesidad de comunión. Ni pan, ni alforja, ni dinero en la cintura; y les ordenó no llevar dos túnicas. Y parten sin nada de superfluo, casi sin siquiera lo necesario. Los medios no son decisivos, decisivas no son las cosas, sino la fe que solo el amor crea.
Como si Jesús dijera a los suyos: ustedes vivan de confianza: confianza en Dios, que no les faltará nada, y confianza en la gente, que les abrirá sus casas. El viaje impone equipaje ligero y corazón confiado. Mañana no sé si alguno abrirá la puerta pero confío en el tesoro de amor esparcido por caminos y pueblos, manos y sonrisas que abren casas y restauran corazones…
Jesús nos quiere a todos nómadas de amor: gente que no confía en la cuenta bancaria o en el ahorro, sino en el tesoro esparcido en todos los pueblos y ciudades: manos y sonrisas que abren puertas y fortalecen corazones. La ligereza del nómada es su riqueza, lo lleva hacia los demás y le permite recibir dones, ser acogido como huésped.
Me provoca, me pone contra la pared la pobreza de medios de los enviados. Están bien los pescadores del lago de Galilea, está bien incluso un boyero como el profeta Amós. Y ninguno de nosotros tiene menos que ellos. Ninguno puede decir yo soy muy pequeño para poder convertirme en testigo del Evangelio, muy pobre, no tengo medios ni conocimientos.
Y entonces, estoy bien también yo, porque el discípulo anuncia con su vida: mi secreto no está en mí, está más allá de mí, más allá delas cosas. La fuerza de la Iglesia, hoy como entonces, no está en los números o en los recursos, o en los medios, sino que reside en el corazón del discípulo: el anunciador debe ser infinitamente pequeño. Solo así el anuncio será infinitamente grande.
Sorprende que Jesús insista más en la modalidad del anuncio que en su contenido. Y proclamaron a la gente que se convirtiera, ungían con aceite a muchos enfermos y quedaba curados.. La conversión: ver el mundo desde otra luz, buscar cielos nuevos y tierra nueva, una nueva arquitectura del mundo y de las relaciones humanas. Que ya ha comenzado. Sus manos sobre los enfermos anuncian, en efecto, que Dios está ya aquí. Está cerca de ti con amor. Está aquí a sanar la vida.
¡Feliz domingo!
¡Paz y Bien!
Fr. Arturo Ríos Lara, ofm
¡Paz y Bien!
¡Buenos días, gente buena!
XV Domingo Ordinario B
Mc 6, 7-13:
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero;
que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir.
Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Palabra del Señor.
La fuerza de la Iglesia es la fe, no los medios…
Jesús los envió de dos en dos. Cada vez que Dios te llama, te pone en camino. Viene a moverte de tu vida instalada, fija objetivos nuevos, abre senderos. De dos en dos y no de uno en uno. El primer anuncio que llevan los Doce es sin palabras, es el ir juntos, el uno al lado del otro, uniendo las fuerzas.
Les ordenó no tomar nada más que un bastón. Sólo un bastón para sostener el paso y un amigo para sostener el corazón. Un bastón para apoyarse en el cansancio, un amigo para apoyarse en la necesidad de comunión. Ni pan, ni alforja, ni dinero en la cintura; y les ordenó no llevar dos túnicas. Y parten sin nada de superfluo, casi sin siquiera lo necesario. Los medios no son decisivos, decisivas no son las cosas, sino la fe que solo el amor crea.
Como si Jesús dijera a los suyos: ustedes vivan de confianza: confianza en Dios, que no les faltará nada, y confianza en la gente, que les abrirá sus casas. El viaje impone equipaje ligero y corazón confiado. Mañana no sé si alguno abrirá la puerta pero confío en el tesoro de amor esparcido por caminos y pueblos, manos y sonrisas que abren casas y restauran corazones…
Jesús nos quiere a todos nómadas de amor: gente que no confía en la cuenta bancaria o en el ahorro, sino en el tesoro esparcido en todos los pueblos y ciudades: manos y sonrisas que abren puertas y fortalecen corazones. La ligereza del nómada es su riqueza, lo lleva hacia los demás y le permite recibir dones, ser acogido como huésped.
Me provoca, me pone contra la pared la pobreza de medios de los enviados. Están bien los pescadores del lago de Galilea, está bien incluso un boyero como el profeta Amós. Y ninguno de nosotros tiene menos que ellos. Ninguno puede decir yo soy muy pequeño para poder convertirme en testigo del Evangelio, muy pobre, no tengo medios ni conocimientos.
Y entonces, estoy bien también yo, porque el discípulo anuncia con su vida: mi secreto no está en mí, está más allá de mí, más allá delas cosas. La fuerza de la Iglesia, hoy como entonces, no está en los números o en los recursos, o en los medios, sino que reside en el corazón del discípulo: el anunciador debe ser infinitamente pequeño. Solo así el anuncio será infinitamente grande.
Sorprende que Jesús insista más en la modalidad del anuncio que en su contenido. Y proclamaron a la gente que se convirtiera, ungían con aceite a muchos enfermos y quedaba curados.. La conversión: ver el mundo desde otra luz, buscar cielos nuevos y tierra nueva, una nueva arquitectura del mundo y de las relaciones humanas. Que ya ha comenzado. Sus manos sobre los enfermos anuncian, en efecto, que Dios está ya aquí. Está cerca de ti con amor. Está aquí a sanar la vida.
¡Feliz domingo!
¡Paz y Bien!
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