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    sábado, 22 de septiembre de 2018

    Acoger a Dios en un niño: el secreto de la Virgen María




    Fr. Arturo Ríos Lara, ofm

    ¡Buenos días gente buena!

    XXV Domingo Ordinario B

    Evangelio

    Mc 9, 30-37

    En aquel tiempo, al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará».

    Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.

    Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?».

    Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.

    Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».

    Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:

    «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».

    Palabra del Señor.


    Acoger a Dios en un niño: el secreto de la Virgen María

    Jesús pone a los doce, y a nosotros con ellos bajo el juicio de ese limpísimo y perturbador pensamiento: quien quiera ser el primero sea el último y el siervo de todos. Ofrece tres definiciones de sí mismo, cada una más sorprendente que la otra: último, siervo, niño…


    ¿Quién es el más grande? De esto habían discutido por el camino. Y aquí el modo magistral de Jesús para manejar las relaciones: no regaña a los suyos, no los juzga, no los acusa, pero piensa en una estrategia para ir los formando. Y lo hace con un gesto inédito: un abrazo a un niño. El Evangelio en un abrazo, que abre una completa revelación: Dios es así, más que omni-potente, omni-abrazante.


    Jesús no se pone a sí mismo al centro sino al más inerme y desarmado; el más indefenso y sin derechos, el más débil, el más amado: un niño. Jesús nos desarma y desata nuestro lado más juguetón e infantil. Rendirse a la niñez es rendirse al corazón y a la sonrisa, aceptar dejar la propia mano en la del otro, abandonarse sin reservas.


    Proponer al niño como modelo del creyente es hacer entrar en la religión lo inédito. ¿Qué es un niño? La ternura de los abrazos, la emoción de las carreras, el viento en el rostro… No sabe de filosofía mí de leyes. Pero conoce como nadie la confianza, y se fía. Jesús nos propone un niño compadreen nuestro camino de fe. El niño es el padre del hombre. Los niños dan las órdenes al futuro.

    Y agrega:


    Quien lo recibe, me recibe a mí! Da un paso adelante, enorme y espectacular: señala al niño como su imagen. ¡Dios como un niño! Vértigo del pensamiento. El Rey de reyes, el Creador, el Eterno, ¿en un niño? Si Dios es como un niño significa que debe ser protegido, cuidado, nutrido, ayudado, acogido.


    Acoger, palabra que genera el mundo nuevo, como Dios lo sueña. Nuestro mundo tendrá un futuro bueno cuando la acogida, tema candente hoy en muchas fronteras y lugares, será el nombre nuevo de la civilización; cuando acoger o rechazar a los desesperados, los pequeños, ya sea en esos lugares o a la puerta de mi casa, será considerado como acoger o rechazar a Dios mismo.


    A los que son como ellos pertenece el reino de Dios. Los niños no son más buenos que los adultos, incluso son egocéntricos, impulsivos e instintivos, a veces hasta despiadados, pero son maestros en el arte de la confianza y del estupor. Ellos sí saben vivir como los lirios del campo y como los pajarillos del cielo, curiosos de lo que trae nuevo cada día, prontos a la sonrisa cuando todavía no acaban de enjugarse las lágrimas, porque se fían totalmente. Del padre y de la madre.


    El niño lleva la fiesta al cada día. Nadie ama la vida más apasionadamente que un niño. Recibir a Dios como un niño, es una invitación a hacerse madre, madre de Dios. Entonces el modelo de fe será María, la Madre, que en su vida no ha hecho otra cosa especial sino esto: acoger a Dios en un niño. Y con esto ha hecho todo.

    ¡Feliz Domingo!

    ¡Paz y Bien!




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