Jueves 4 de octubre
¡Paz y Bien!
Fiesta de San Francisco de Asís
Evangelio
Mateo 11, 25-30.
En aquel tiempo, Jesús exclamó: -Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
Palabra del Señor.
¡Un santo para todos!
Hoy, 04 de octubre, se celebra la fiesta de San Francisco de Asís,
uno de los santos más populares para los cristianos y no cristianos. ¡És un santo para todos!
San Francisco ha ganado el cariño y la admiración de muchas generaciones, viviendo el Evangelio y presentando la pobreza, castidad y obediencia con la pureza y la fuerza de un testimonio radical, amoroso y personal. Su "fraternidad universal", se expresa en su amor por sus "hermanos" - hombres y mujeres, ricos y pobres, enfermos y sanos, fieles y pecadores, creyentes y no creyentes, todos los animales y la naturaleza - y nos revela un alma en la que Dios es indivisible, un alma alimentada por las verdades de la fe católica
y entregada por completo a Cristo.
«El gusto por el Evangelio que Francisco dio a conocer a los cristianos de su tiempo,
sigue fascinando todavía y nos invita a vivirlo en su integridad. El ideal de amor vivido por Francisco con sencillez y plenitud, sigue ejerciendo igualmente a principios del tercer milenio esa llamada y atractivo que sorprendieron a Asís. Desde ese lugar de paz y oración, san Francisco continúa irradiando en el mundo su mensaje, todavía rico de enseñanza para nuestra época actual.
Su estilo de vida inspirado en el Evangelio, su compromiso en imitar a Cristo, su mensaje
de hombre auténtico que supo lograr la paz con Dios, consigo mismo, con los demás,
con toda la creación, tiene algo que decir a los hombres de hoy. La novedad central de san Francisco fue hacer descubrir a los cristianos de su tiempo y de épocas sucesivas el gusto por el Evangelio, vivido “sin glosa”, es decir, auténticamente, en plenitud y sinceridad, convencido de que solamente a quien se esfuerza en vivirlo en integridad, le revela la dicha perfecta, cuya fuente es Él mismo.
El amor de Francisco respecto a Dios, se convierte a su vez en amor a sus hermanos y hacia toda la creación. El amor por todas las criaturas es el reflejo del amor de Francisco por el Creador.
Francisco ha querido adherirse profundamente a Cristo, imitando su vida y su muerte con tal fidelidad, que llega a ser su imagen perfecta. Ha querido seguir las huellas de Cristo y vivir como Él.
Ha buscado su dicha en conquistar a Cristo, poseerle y transformarse en Él. Este fue su principal objetivo al intentar reproducir los gestos de Cristo y las escenas de su vida. Por eso, en la Navidad del año 1223, representó en Greccio el nacimiento de Cristo en belén, dando origen a la tradición de los nacimientos, tradición que sigue perdurando a través de los siglos en el continente europeo.
En lo referente a su amor por la Iglesia, Francisco tomó a la letra las palabras que le dirigió
el Crucifijo de San Damián: “Vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo”. Con sus propias manos, Francisco reconstruyó y restauró los muros vacilantes de esta iglesia. Pero su mandato era mucho más vasto y exigente, y Francisco casi sin darse cuenta al principio, lo siguió con fidelidad prodigándose con sus hermanos en la reforma de la Iglesia, por la predicación y por el ejemplo, siempre en perfecta obediencia a la legítima Autoridad eclesiástica.
En tiempos de Francisco no faltaban quienes querían ser de Cristo pero sin tener a la Iglesia por intermediaria. Francisco permaneció totalmente ajeno a estos grupos y a sus ideas. Él veneraba a la Iglesia romana a quien llamaba”nuestra madre” y la consideraba regla de fe. San Francisco “reparó” la Iglesia suscitando un movimiento de reforma que tuvo y sigue teniendo una influencia benéfica sobre la vida cristiana: sin ponerse contra ella, sin ignorarla, pero permaneciendo como hijo ferviente y obediente. Por ello, la reforma aportó frutos abundantes. Sin comportarse como maestro frente a nadie, Francisco se comprometió en el camino de la imitación de Cristo pobre y crucificado. Muchos se unieron a él, deseosos de seguir este nuevo estilo de vida evangélica.
Esta lección de Francisco permanece más actual que nunca: la iglesia no se reforma por la contestación, distanciándose de ella, pero exige la reforma de sí mismo para seguir a Cristo en pobreza y humildad, en amor y obediencia filial a la Iglesia. Igualmente el amor de Dios, llevó a Francisco a oponerse a toda forma de odio y violencia, y a difundir por la palabra y el ejemplo el respeto a todos, el amor fraterno, la sinceridad y la paz.
La sociedad de hoy, de manera más amplia que en la época de san Francisco, vive un conflicto agudo dentro de los pueblos particulares, en el campo social, económico, político y religioso. Y a escala internacional, está agredida por el fenómeno sangrante del terrorismo, de la guerra y la violación de los derechos humanos. Frente a este horizonte, san Francisco propone de nuevo a las personas particulares y a los pueblos la necesidad y urgencia de un diálogo auténtico desde la verdad, la libertad y el amor recíproco.
Que esta gran lección de respeto mutuo, de fraternidad y amor entre todos los hombres, porque han sido creados a imagen de Dios, siga hablando al corazón de cada hombre y de cada mujer de nuestro tiempo.»
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