Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela
Martes 23 de octubre
¡Paz y Bien!
Evangelio:
Lucas 12,35-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»
Palabra del Señor.
Reflexión:
En el Evangelio de Lucas, Jesús enseña que la actitud propia del discípulo es la de estar con la cintura ceñida y las lámparas encendidas. Bien vestidos y a la espera de la llegada del Esposo en la boda.
La actitud del discípulo no es la desidia, ni la dejadez, ni tampoco la comodidad. El discípulo no es el protagonista. El protagonista siempre es Dios, en Cristo. El papa Benedicto XVI, siendo cardenal escribió sobre este capítulo de Lucas: «Estad como quienes aguardan a que su señor vuelva» (Lc 12,36).
Hoy, el llamamiento a la vigilancia aparece con una urgencia muy inmediata. Había sido ya un tema central en el anuncio en Jerusalén, pero apunta anticipadamente a la historia futura del cristianismo. La somnolencia de los discípulos sigue siendo a lo largo de los siglos una ocasión favorable para el poder del mal.
Esta somnolencia es un embotamiento del alma, que no se deja inquietar por toda la injusticia y el sufrimiento que devastan la tierra. Es una insensibilidad que prefiere ignorar todo eso; se tranquiliza pensando que, en el fondo, no es tan grave, y así puede permanecer en la autocomplacencia de la propia existencia satisfecha. Pero esta falta de sensibilidad de las almas, tanto por lo que se refiere a la cercanía de Dios como al poder amenazador del mal, otorga un poder en el mundo al maligno (Jesús de Nazaret: Un alma dormida da poder al maligno).
El discípulo no queda dormido ante la sociedad, frente a las injusticias, frente a las faltas del amor, frente a lo que divide y genera el odio, y las discordias. Hay que recordar la escena de Jesús en el huerto de los olivos, cuando recrimina a sus discípulos porque se han quedado dormidos. No podemos ser tan cobardes ante la oración comprometida y la acción comprometida por los que más nos necesitan. No podemos dejar en soledad a quien se enfrenta a la muerte por amor.
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