En la jerarquía de Dios el que ama ocupa el puesto más alto
¡Buenos días, gente buena!
Fr. Arturo Ríos Lara, ofm.
¡Paz y Bien!
XXIX Domingo Ordinario
Evangelio: Mc 10, 35-45
En aquel tiempo, Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir».
El les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?». Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria».
Jesús le dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?». «Podemos», le respondieron. Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados». Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
En la jerarquía de Dios el que ama ocupa el puesto más alto.
Juan, el discípulo preferido, el mejor, el teólogo fino, se pone frente a Jesús y el pide, con el gesto propio de un niño, "quiero que me des lo que te pido, a mí y a mi hermano", Jesús lo escucha y responde con una hermosa pregunta: "¿qué quieres que yo haga por ustedes? "Queremos los primeros puestos!"
Después de tres años de caminos, de enfermos curados, de hombres y mujeres alimentados, después de tres anuncios de la muerte en cruz, es como si todavía no hubieran entendido nada. Y otra vez, toda la pedagogía de Jesús, paciente y luminosa. En vez de enojarse o desanimarse, el Maestro vuelve al argumento, a explicar su sueño de un mundo nuevo.
No saben lo que piden! No saben cuales fibras oscuras van a tocar con esta petición, qué corazón pobre, que pobre mundo nace de esta hambre de poder. Y la demostración llega inmediatamente: los otros diez apóstoles han escuchado y se indignan, se revelan, unánimes en los celos... acomunados por la misma competición por ser los primeros. Esta vez no solo los hijos del Zebedeo, (los "boanerges" los hijos del trueno, impulsivos y autoritarios como dice su sobrenombre), sino todos los doce son llamados nuevamente por Jesús, a acercarse.
Y les muestra la alternativa cristiana: que entre ustedes no sea así: Los grandes de la tierra dominan sobre los demás, se imponen... Entre ustedes, que no sea así! creen gobernar con la fuerza... entre ustedes no sea así. Jesús toma las raíces del poder y las pone de cara al sol y al viento: el que quiera ser el más grande entre ustedes, hágase el servidor de todos. Servicio, el difícil nombre del amor grande. Pero que también es el nombre nuevo, el nombre secreto de la civilización. Y más, el nombre de Dios.
Como asegura Jesús: No he venido para tener siervos, sino para ser yo el siervo. La más sorprendente, la más revolucionaria de todas las autodefiniciones de Jesús. Palabras que dan vértigo: Dios mi servidor! Se rompen en pedazos las viejas ideas sobre Dios y sobre el hombre: Dios no es el amo y señor del universo ante cuyo trono uno se arrodille temblando, sino: Dios, mi servidor! Si, antes más bien él es quien se arrodilla a los pies de cada uno de sus hijos, se ciñe una toalla, les lava los pies y cura sus heridas. Si Dios es nuestro servidor, ¿quién será nuestro amo y dueño?
La única forma para que no haya más amos, es estar todos al servicio de todos. Y esto, no como señal de vileza sino como multiplicación de ánimo y valor. Pues Jesús no llama hombres y mujeres incompletas y, sino plenamente florecientes, reales, nobles, valientes, libres, Bellos con la belleza de un Dios, con las manos embarradas en el fondo de la vida, custodio que vela con ternura combativa sobre todo lo que florece bajo el sol.
¡Feliz Domingo!
¡Paz y Bien!
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