TRANSITO DE SAN FRANCISCO DE ASIS
Monitor: La celebración del Tránsito de San Francisco de Asís, costumbre tradicional de la Orden Franciscana, encierra el misterio de la vida, de la muerte y de la resurrección. No conocedores de esta realidad maravillosa y, al mismo tiempo, angustiaste y llena de esperanza, queremos, a ejemplo del Seráfico Padre, celebrar el don de la vida y aceptar la muerte como hermana, camino único para la resurrección.
En la víspera de su fiesta, como hermanos e hijos del Santo Patriarca de Asís, deseamos aprender las saludables enseñanzas que nos legó para valorar la vida presente como oportunidad única de alcanzar la futura.
Elevemos nuestro canto de alabanza y súplica a aquel que, por vocación, hemos escogido como Guía y Padre:
Canto:
Celebrante: En nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos: Amén.
Celebrante: Hermanos, "ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor. Y tanto en la vida como en la muerte pertenecemos al Señor"(Roma 14, 7-8).
Todos: Alabado seas, mi Señor, por la vida y por la hermana muerte corporal de la que ningún hombre puede escapar.
Celebrante: A todos ustedes que vienen a celebrar con nosotros el glorioso paso del siervo de Dios, Francisco, de la vida terrena para la eternidad, nuestro saludo evangélico y franciscano de PAZ Y BIEN.
Todos: PAZ Y BIEN.
Monitor: El joven y ardoroso Francisco alimentó ideas de grandeza y de nobleza. Aspiró a la honra y a la gloria. Soñó ser investido caballero. Decidió ponerse al servicio de los poderosos para llegar al poder. Pero desde el momento en que, tocado por la gracia, percibió que en todo eso estaba prefiriendo al siervo sobre el Señor, se decidió a abandonar todo para únicamente servir al Señor.
Todos: "Ninguna otra cosa deseemos, ni queramos, ni nos alegre, sino a nuestro Señor, Redentor y Salvador, el único y verdadero Dios que es el bien total, el sumo y verdadero bien".
Monitor: Cantemos la santidad del hombre católico y todo apostólico "forma de los hermanos menores, espejo de virtudes, camino de los justos y regla de las costumbres" entonando el Salmo 111.
Lector 1. Ant. Francisco, varón católico y todo apostólico, fue enviado para preparar el Evangelio de la Paz.
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.
Ant. Francisco, varón católico...
Monitor: La iglesia siempre reconoce en San Francisco al hombre providencial que Dios suscitó para renovar la vida cristiana por la fidelidad al Evangelio. Celano lo llama "vaso escogido de virtudes, lleno de toda gracia". Recibió de Dios la misión de reencender en el mundo el fuego del amor divino y de reconducir a los hombres a la práctica de las virtudes evangélicas. Fue un auténtico renovador de la humanidad. Por su vida y costumbres sostuvo la casa de Dios.
1a. Lectura: "El Papa Inocencio había visto en sueños que la Basílica de Letrán estaba a punto de arruinarse pero era sostenida por un religioso, hombre insignificante y despreciable que, arrimando la espalda, la sostenía para que no cayera". Cuando Francisco se presentó al Sumo Pontífice para pedir la aprobación de la Regla de los Hermanos Menores, reconociendo en él al humilde religioso de la visión, dijo el Papa: "En verdad este es el hombre que por su obra y doctrina, habrá de sostener a la Iglesia" (II Celano, 17).
Monitor: Sintiéndonos parte de la Iglesia que se renueva en la medida en que acogemos el Reino de Dios en nuestras vidas y damos testimonio de el, cantemos el Salmo 147:
Lector 2. Ant. En su vida sostuvo la casa de Dios, y en sus días fortificó su Templo
Glorifica al Señor, Jerusalén:
alaba a tu Dios, Sión;
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
El envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
Con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Ant. En su vida sostuvo...
Monitor: Consumido por la penitencia y por la enfermedad abrazadas y aceptadas con amor, el Seráfico Padre sintió que el fin se aproximaba. Por revelación del propio Dios, Francisco supo que sus días estaban contados. Fue pensando en tantos hermanos que el Señor le concediera que el serafín de Asís dictó el maravilloso Testamento de Siena, como manifestación del grande amor que alimentaba para con todos.
2a. Lectura: Lectura del Testamento de Siena: "Escribe cómo bendigo a todos mis hermanos, a los que están en la Religión y a los que han de venir hasta la consumación del siglo. Como, a causa de la debilidad y el dolor de la enfermedad, no me encuentro con fuerzas para hablar, declaro brevemente a mis hermanos mi voluntad en estas tres palabras: Que, en señal del recuerdo de mi bendición y de mi testamento, se amen siempre mutuamente, que amen siempre a nuestra señora la santa pobreza y la guarden, y que vivan siempre fieles y sumisos a los prelados y a todos los clérigos de la santa madre Iglesia."
Homilía.
Monitor: Es confortadora y edificante la memoria de las personas queridas que, habiendo cumplido con fidelidad la propia misión en este mundo, parten para la casa del Padre enriquecidas con méritos por el bien que practicaron a lo largo de sus vida. San Francisco, pobre y humilde, a los 44 años de edad, entra rico en los cielos. Oigamos, con veneración, la narración de los últimos momentos de su vida, conforme nos lo describe San Buenaventura: (Leyenda mayor 14, 5)
3a. Lectura: "...Acercándose, por fin, el momento de su tránsito, hizo llamar a su presencia a todos los hermanos que estaban en el lugar y, tratando de suavizar con palabras de consuelo el dolor que pudieran sentir ante su muerte, los exhorto con paterno afecto al amor de Dios. Después se prolongó, hablándoles acerca de la guarda de la paciencia, de la pobreza y de la fidelidad a la santa Iglesia romana, insistiéndoles en anteponer la observancia del santo Evangelio a todas las otras normas. Sentados a su alrededor todos los hermanos, extendió sobre ellos las manos, poniendo los brazos en forma de cruz por el amor que siempre profesó a esta señal, y, en virtud y en nombre del Crucificado, bendijo a todos los hermanos tanto presentes como ausentes. Añadió después: 'Estad firmes, hijos todos, en el temor de Dios y permaneced siempre en él. Y como ha de sobrevenir la prueba y se acerca ya la tribulación, felices aquellos que perseveraren en la obra comenzada. En cuanto a mi, yo me voy a mi Dios, a cuya gracia os dejo encomendados a todos.
Concluida esta suave exhortación, mandó el varón muy querido de Dios se le trajera el libro de los Evangelios y suplicó le fuera leído aquel pasaje del Evangelio de San Juan que comienza así: Antes de la fiesta de Pascua. Después de esto entonó él, como pudo, este salmo: A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor, y lo recitó hasta el fin, diciendo: Los justos me están aguardando hasta que me de la recompensa.
Lectura 4a. Carta de Fr. Elías sobre la muerte de San Francisco:
Al estimado hermano en Cristo Fr. Gregorio y a todos los hermanos, Fr. Elías, pecador, manda su saludo. Antes de comenzar a hablar, yo suspiro y lloro porque aquello que yo temía se abatió sobre mí y se abatió sobre ustedes... quiero decir, se despidió de nosotros nuestro consolador, aquel que nos llevaba como ovejas en sus brazos llenos de ternura, "y se mudo, como si fuese un peregrino, a las alturas del cielo", el que fuera tan privilegiado por Dios y amado por los hombres. La presencia de nuestro hermano y padre Francisco era verdadera luz no solamente para nosotros mas allegados a él en razón de la vida y de la fe, mas también para los mas apartados: luz proveniente de la suprema luz para disipar las tinieblas y "guiar en el camino de la paz y de la eterna salvación a los que yacen en la sombra de la muerte". Hecho sol radiante, su corazón resplandecía en le firmamento, clareando el reino de Dios. En el fuego de su amor los espíritus se inflamaban; los corazones de los padres se habrían a la benevolencia de los hijos; los imprudentes se revestían de la prudencia de los justos y se preparaba, en el mundo entero, un nuevo pueblo para el Señor. Hasta los mas lejanos confines de la tierra su nombre es celebrado y sus hechos maravillosos son objeto de admiración en todo el universo. por lo tanto es necesario de alejar de ustedes toda tristeza; y si ustedes quisieran llorar, lloren por ustedes mismos y no por él; porque nosotros, mas que estar en la vida, somos presa de la muerte, al paso que el pasó de la muerte hacia la vida. Y ahora les transmito una gran noticia respecto de un milagro verdaderamente nuevo. De hecho, en el devenir de la historia, nunca se conoció que allá sucedido un hecho semejante a no ser en Cristo, Hijo de Dios. No mucho tiempo antes de morir, Francisco apareció crucificado, llevando en su cuerpo las cinco llagas iguales a los estigmas de Cristo... Por lo tanto hermanos míos, bendigan al Señor y agradézcanle porque nos ha manifestado su misericordia, y guarden la memoria de nuestro hermano y padre Francisco para gloria de aquel que lo ha glorificado delante de los hombre y de los ángeles. Y oren a él mismo para que, por su intercesión, el Señor nos conceda participar de su santa gracia. Amén.
P R E C E S :
Celebrante: Hermanos carísimos, recordando los grandes hechos que el Señor realizó en Francisco y por Francisco, presentemos, llenos de confianza, nuestras peticiones a Dios Padre:
1. Por nuestro santo padre el Papa, por los obispos y sacerdotes del mundo entero, por los que san Francisco guardaba gran respeto, veneración y amor, para que sepan cumplir la misión de apóstoles y pastores de su Iglesia, roguemos al Señor.
Todos: Señor, escucha nuestra oración.
2.- Por los gobernantes, para que reconozcan que toda autoridad procede de Dios, sepan respetar los derechos humanos y se preocupen por la solución de los problemas sociales con justicia, comprensión y rectitud de conciencia, roguemos al Señor.
Todos: Señor, escucha nuestra oración.
3.- Por todos los pueblos, para que acojan con humildad de espíritu el mensaje de Dios anunciado por
Cristo y proclamado por Francisco, roguemos al Señor.
Todos: Señor, escucha nuestra oración.
4. Por todas la comunidades y fraternidades franciscanas, para que sean estimuladas a dar al mundo el testimonio de pobreza, fraternidad, amor y alegría, encarnando en sí las virtudes del bienaventurado Francisco, roguemos al Señor.
Todos: Señor, escucha nuestra oración.
5. Por todos nosotros para que a ejemplo de Francisco, sepamos vivir el Evangelio de Jesucristo y podamos ser instrumentos de paz, unidad, esperanza y luz en el mundo en que vivimos, roguemos al Señor.
Todos: Señor, escucha nuestra oración.
6. Por aquellos que ya fueron visitados por la hermana muerte y descansan en el Señor, para que por los méritos y suplicas de San Francisco, sean conducidos a la gloria de la resurrección, roguemos al Señor.
Todos: Señor, escucha nuestra oración.
Celebrante: Oremos: Señor Dios, que por medio de Francisco de Asís, pobre y humilde, diste a tu Iglesia una imagen viva de Cristo, concédenos la gracia de seguir a tu Hijo Jesús en el camino del Evangelio y podamos permanecer siempre unidos a ti en la caridad y en la alegría. Por nuestro Señor Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo.
Todos: Amén.
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